Porque la vida es un baile de ilusiones y el que no baila está muerto
Hacés la previa en casa de una amiga. Te tomás todo el vino y compartís la pipa de la paz. No salís totalmente colocada pero ya notás algo en el aire que está distinto. No chamuyás tanto. No sonreís ni llorás. Estás mirando la escena en el taxi como desde afuera. Antes, una birrita en un bar. Luego otro taxi (pucha, vos nunca tomaste tanto taxi en un mismo día, y si mal no recuerdo ni siquiera los pagaste…). Llegás a la primera fiesta: Clausurada. Bueno, vamos ya para la otra. Llegás, pagás y bailás. Y tomás otro poquito de cerveza. Con la cabeza mitad en otra parte – mitad en el bolichón, movés el cuerpo y te reís. Y recordás que una de las cosas buenas de estar de novia era la indiferencia que te generaba el que otros te saquen a bailar, te miren con deseo, o te quieran desarmar los labios húmedos. Y pasa que algunos hombres son tan boludos… Te repiquetean sus deditos en el hombro, o te llaman con el dedo índice cual odalisca sedienta frente al último velo. Pero vos no sos un perro. Pero vos no gracias, tenés cara de nabo. Pero vos ahora sos soltera y podés hacer lo que se te ocurra y sin embargo no encontrás con quién. Y recordás que te gustan feos pero interesantes. Los feos tienen ese no se qué y su fealdad se borra. Si chamuyan como son, y son interesantes, comprás. Mis amigas se ríen. Y yo las miro desde afuera otra vez. Y revoleo la cabeza. Y bailo sin parar, para no morir.
Se te acabaron las ganas de fiesta y tenés un largo viaje de regreso. Ultimamente regresás seguido, y ya te estás acostumbrando. El colectivo se mueve mucho y tu cabeza rebota contra la ventanilla una y otra y otra vez, y no te deja dormir. No entendés por qué. No entendés qué carajo nos pasó pero estás recién saliendo de la “primera etapa” que es la de aceptar las cosas. Luego seguirá la de entender nomás, y tal vez, más adelante, quién sabe, hasta lo compartís. Hasta coincidís y decís, claro… tenés razón vos y yo me equivoqué. Esa necedad, ese empeño en el equívoco, tiene un gusto que nadie te devuelve. Porque al menos lo intentaste. Con obsesivo capricho. Con asombrosa rebeldía. Porque claro… ¿quién sabe? La maravilla es que nadie sabe.
Pero ya estás en esa nueva etapa en la que no basta con ser valiente y te puede matar una guitarra. Ya estás… entregadísima y colocadísima ahora sí… pero en el colectivo y sola. Y empezás a creer en el destino. Ese al que tanto odiás porque te cruza o te hace girar en paralelo al otro, sin razones que vos puedas entender. ¿Y a vos quién mierda te dijo que lo ibas a poder entender todo?
Hace frío cuando todavía no se cruzan el sol y la luna. Si hasta perdiste tus ojos verdes... Refrescó hace un tiempo ya, y vos sin tu bufanda blanca y amarilla. Y sabés que mejor seguís bailando. Así entrás en calor… algún boludo se te va acercar y te vas a ver en su espejo. Ahí te asomás… humana. Irremediablemente humana. Y entonces, tal vez, no era tan boludo ni tan lindo. O por lo menos se te hace amigo y podés bailar un ratito con él.
Ay, las heridas… mi Reina…
Las heridas se cierran cuando ya no querés bailar.
Se te acabaron las ganas de fiesta y tenés un largo viaje de regreso. Ultimamente regresás seguido, y ya te estás acostumbrando. El colectivo se mueve mucho y tu cabeza rebota contra la ventanilla una y otra y otra vez, y no te deja dormir. No entendés por qué. No entendés qué carajo nos pasó pero estás recién saliendo de la “primera etapa” que es la de aceptar las cosas. Luego seguirá la de entender nomás, y tal vez, más adelante, quién sabe, hasta lo compartís. Hasta coincidís y decís, claro… tenés razón vos y yo me equivoqué. Esa necedad, ese empeño en el equívoco, tiene un gusto que nadie te devuelve. Porque al menos lo intentaste. Con obsesivo capricho. Con asombrosa rebeldía. Porque claro… ¿quién sabe? La maravilla es que nadie sabe.
Pero ya estás en esa nueva etapa en la que no basta con ser valiente y te puede matar una guitarra. Ya estás… entregadísima y colocadísima ahora sí… pero en el colectivo y sola. Y empezás a creer en el destino. Ese al que tanto odiás porque te cruza o te hace girar en paralelo al otro, sin razones que vos puedas entender. ¿Y a vos quién mierda te dijo que lo ibas a poder entender todo?
Hace frío cuando todavía no se cruzan el sol y la luna. Si hasta perdiste tus ojos verdes... Refrescó hace un tiempo ya, y vos sin tu bufanda blanca y amarilla. Y sabés que mejor seguís bailando. Así entrás en calor… algún boludo se te va acercar y te vas a ver en su espejo. Ahí te asomás… humana. Irremediablemente humana. Y entonces, tal vez, no era tan boludo ni tan lindo. O por lo menos se te hace amigo y podés bailar un ratito con él.
Ay, las heridas… mi Reina…
Las heridas se cierran cuando ya no querés bailar.
4 Comments:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
uffff
decime a mi
que ya ni suela me queda...muy bueno luni...y hacete amiga del taxiiii
Dulcemente genial o dolorosamente genial. Depende del momento y todas estas cuestiones.
Pero el texto me pareció simplemente genial.
Luna, cuando quiero le acepto la propuesta del café y así charlamos un poco.
Abrazo de oso!
ey... gracias por sus palabras... podría decir que lo se, que soy una genia... pero yo los quiero y no da para mentirles asi :)
Yo también quiero café, campi!!!
y ni pienso amigarme con los taxis, maga!! es como el "cuánto pagás por sexo". ¿Cuánto pagás por la comodidad del taxi? (salvo que en este caso prefiero pagar por otras cosas..)
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