17.4.07

Argentina maquiavélica

La semana pasada abrí la clase con el texto del Sr. Vigna (que, como no es taan señor, me ayudó para introducir el tema del fusilamiento de Fuentealba). La carta le gustó a los chicos. Les llegó. Hasta me pidieron que se la deje en fotocopiadora. Más allá de que Vigna y Jara son ahora famosos entre mis alumnos, creo que aportó mucho más la lectura de un texto no académico. Escrito desde la impotencia y la bronca.
Antes, tuvieron que escuchar el discurso de la Directora, reivindicando la importancia de que las instituciones funcionen, y toda una reflexión larga y aburrida sobre cómo es posible que en un momento de superávit económico, el país esté como esté, y así y así. Luego una profesora leyó un artículo muy bueno, que salió publicado en La Nación y que, pienso, lamentablemente se queda en acusar de ignorantes a los políticos, y retarlos cual padre al hijo que mete los dedos en el enchufe: “al maestro no se le pega”.
Con toda esta preview, y teniendo que dar Maquiavelo, leemos la carta del Sr. Vigna. Nos dejó un poco frágiles. Fue difícil arrancar la clase desde ahí.
Hablamos del rol del Estado (de la famosa Razón de Estado). Hablamos del rol del gobierno (ese que elegís, para que después te cague a palos, para que lo vuelvas a elegir, para que entonces esta vez te vuele la cabeza, por si no aprendiste bien la lección). Hablamos del buen o mal uso de la crueldad, y resulto que Sobisch está equivocado hasta para Maquiavelo.
Pero el mejor momento fue cuando analizamos el capítulo en que el autor sugiere que el Príncipe debe emprender grandes guerras y batallas con el objetivo de adquirir fama y entretener al pueblo. No es taaaan explícito pero habla de la necesidad de mantener ocupado al pueblo. Hasta propone organizar fiestas.
Entonces les pregunté a los chicos si, analizando la actualidad argentina, les parecía que el gobierno nos quería entretener con algo, y con qué. Ahí se despacharon y mostraron la hilacha: que los planes sociales, que los recitales de Actitud Buenos Aires, que la política de Derechos Humanos… Todo por boca de ellos. Con lo último saltó una a decir: "Si hacen lo que tienen que hacer, porque lo hacen… ¡si no lo hacen porque no! ¡¿¿pero al final qué quieren!??". Y ahí saltaron todos. Yo me relamía en silencio, aunque intentando ordenarlos para que se escuchen.
Con esta experiencia, con este cruce, se me ocurre que la docencia es una de las mejores herramientas que existe para hacer política. Pienso que cuando pasan estas cosas, una y otra y otra vez, pareciera que el camino que elegís no sirve de nada. Se abre la tierra y se traga todo. Pero también creo que el desafío está en sobrevivir, en volver a levantarse y a maravillarse con las cosas con que vale la pena maravillarse, y no quedarse atrás… mirando con nostalgia lo que ya no va a ser. Nadie nos va a devolver a Fuentealba. Eso te deja frágil, con la lágrima en el borde de las pestañas cortas… Pero hay que hacer ruido. Ruido todo el tiempo. Ruido sin parar. Porque sino, por ejemplo, con tanto Fuentealba y paros docentes en el país, nos olvidamos de López. ¿Se acuerdan de López? Tal vez nuestros gobernantes leen más a Maquiavelo que nosotros... No sé...
No es López O Fuentealba. Son los dos. Somos todos lo mismo. Somos la gilada, que un día se va a cansar de comer mierda. Porque eso sí... dejamos de chuparnos el dedo hace rato (mirá a estos pibes sino). Mi pregunta, es CUÁNDO nos vamos a quitar los pañales. Y, especialmente, CÓMO.

2 Comments:

At 20/4/07 00:50, Blogger Andrés Si tenés algo que decir...

JA.

Interesante. Me gustó bastante el texto. Y cuando la tierra se trague todo, que no te trague... hace desde tu lugar, que todos lo hagan... así habrá de llegar algo mejor.

Interesante también que seas docente. Es una gran responsabilidad... espero sepas llevarla bien. Por cierto, ¿docente de qué?, ¿y dónde?, si es que se puede saber...

 
At 20/4/07 11:00, Blogger Lunita Si tenés algo que decir...

Gracias... intento no dejarme tragar... Pero como tira, che.
Soy docente en un secundario de Haedo, para cuarto y quinto año. TODA una responsabilidad. No sabés cómo me tiene...

 

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