Love Actually
Hoy vi por incontable vez la película Love Actually.
No corren buenos tiempos para ver esa película, aunque no por falta de navidad, actually...
Siempre me engancha a la tele cada una de las historias que se cruzan, y no puedo dejarla.
La historia del marido que casi engaña a su mujer con la secretaria (en donde el límite con la infidelidad no es claro... como si fuera fácil definirlo...).
La del 1er Ministro que se enamora de su secretaria y termina por serle “infiel” a su nación (si es que se pude establecer esa analogía).
La de la pareja que se conoce filmando una porno, y de ahí al amor solo necesitan verse vestidos.
La del padrastro que sufre la muerte de su mujer, y ayuda a su pequeño hijastro a enamorar a una niña imposible... (pero bueno, son chicos y la madre multimillonaria de la niña puede hacer que se tome el vuelo de regreso para reencontrarse con su pequeño enamorado, quien se ha inspirado para conquistarla en Leo y Kate, en la punta del Titanic... siempre confiando en el otro...).
Y no falta la historia del enamorado de la mujer de su mejor amigo, quien sufre en silencio hasta el día en que le confiesa a ella “que no puedo mentirte en navidad”. Y entonces, finalmente dice: “suficiente”... después, claro, de que ella lo besa y vuelve a los brazos de su mejor amigo.
Pero la mejor historia es, siempre que veo esta película, la del inglés y la portuguesa que se enamoran. Ella empieza a trabajar en la casa de él, para limpiar y cocinar y bla. No se entienden una palabra. Se hablan igual, y muchas veces se dicen lo mismo. Pero escucharse no tiene mucho sentido porque cuando hablan la cagan.
Los mejores momentos aparecen cuando dejan hablar al cuerpo. Cuando ella hace esos gestos graciosos y él frunce el entrecejo intentando entenderla, mientras se enamora, despacito... O cuando cruzan miradas o una caricia no buscada. O una caricia con la mirada.
El amor se les desprende de la piel y las palabras están de más.
Al final de la historia se reencuentran habiendo aprendido cada uno el idioma del otro.
Pero yo sigo pensando que jamás hubieran hecho ese esfuerzo de no haber compartido antes el lenguaje claro y transparente del amor. Y que siempre las miradas y la piel dicen más que las mil palabras que se digan al aire. Justamente, porque no se las puede llevar el aire.
No corren buenos tiempos para ver esa película, aunque no por falta de navidad, actually...
Siempre me engancha a la tele cada una de las historias que se cruzan, y no puedo dejarla.
La historia del marido que casi engaña a su mujer con la secretaria (en donde el límite con la infidelidad no es claro... como si fuera fácil definirlo...).
La del 1er Ministro que se enamora de su secretaria y termina por serle “infiel” a su nación (si es que se pude establecer esa analogía).
La de la pareja que se conoce filmando una porno, y de ahí al amor solo necesitan verse vestidos.
La del padrastro que sufre la muerte de su mujer, y ayuda a su pequeño hijastro a enamorar a una niña imposible... (pero bueno, son chicos y la madre multimillonaria de la niña puede hacer que se tome el vuelo de regreso para reencontrarse con su pequeño enamorado, quien se ha inspirado para conquistarla en Leo y Kate, en la punta del Titanic... siempre confiando en el otro...).
Y no falta la historia del enamorado de la mujer de su mejor amigo, quien sufre en silencio hasta el día en que le confiesa a ella “que no puedo mentirte en navidad”. Y entonces, finalmente dice: “suficiente”... después, claro, de que ella lo besa y vuelve a los brazos de su mejor amigo.
Pero la mejor historia es, siempre que veo esta película, la del inglés y la portuguesa que se enamoran. Ella empieza a trabajar en la casa de él, para limpiar y cocinar y bla. No se entienden una palabra. Se hablan igual, y muchas veces se dicen lo mismo. Pero escucharse no tiene mucho sentido porque cuando hablan la cagan.
Los mejores momentos aparecen cuando dejan hablar al cuerpo. Cuando ella hace esos gestos graciosos y él frunce el entrecejo intentando entenderla, mientras se enamora, despacito... O cuando cruzan miradas o una caricia no buscada. O una caricia con la mirada.
El amor se les desprende de la piel y las palabras están de más.
Al final de la historia se reencuentran habiendo aprendido cada uno el idioma del otro.
Pero yo sigo pensando que jamás hubieran hecho ese esfuerzo de no haber compartido antes el lenguaje claro y transparente del amor. Y que siempre las miradas y la piel dicen más que las mil palabras que se digan al aire. Justamente, porque no se las puede llevar el aire.
2 Comments:
Love es una de mis pelis preferidas, por esas historias que se cruzan.
pero más por esa esperanza/ilusión de amor que ronda a todos los personajes y se cristaliza en esa historia de desentenimientos entre el inglés y la portuguesa.
Y se cristaliza precisamente por eso que decis, es lenguaje que dicen más que mil palabras
Mirá vos... me meto en tu perfil y tenías citada la película...
Cruzarce y coincidir. Pasa más seguido de lo que creemos...
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