5.2.07

Antes me gustaba el nombre Anabella

Cuando se despertó, Anabella ya no estaba ahí.
Se había acostado borracha, de madrugada. Las tripas se le retorcían y afuera no paraba de llover. Odiaba la lluvia. Sucia. Compartida. Invasiva.
Su novio estaba en el living, hablando boludeces con otros habitantes de la casa. Para cuando vino a la habitación, ella estaba desnuda en la cama intentando dormir. Se había tomado una aspirina con mucho agua pero su estómago seguía revuelto. Al sentir a su novio acostado, la compañía la relajó y se durmió feliz, pensando en el futuro, los hijitos y de la casaaltrabajo y deltrabajoacasa.
En algún momento perdió la noción del tiempo y apareció otra vez en la casa, despierta. Sabía que la venían a buscar. Cuando escuchó el timbre avisó que iba a hacer pis y luego atendería la puerta. Mientras caminaba rumbo al baño, en el angosto pasillo apareció una mujer de espalda encorvada y vestido negro que caminaba delante suyo, a una velocidad menor. Como venia hablando en voz alta, insistía en que estaba apurada para llegar al baño y atender a la gente. En algún momento la vieja se cansó de escucharla y se dio vuelta.
- Me llamo Anabella- le dijo la vieja, con sus pelos negros pero también canosos.
A ella no le importaba el nombre de la vieja. No entendía muy bien qué hacía allí, pero no importaba demasiado porque la venían a buscar y antes tenía que hacer pis. Le respondió con gesto despreocupado.
- Te dije que me llamo Anabella- insistió frunciendo el entrecejo y arrugando aún más su rostro.
- Está bien. No la quise molestar- le respondió indiferente porque ya estaba casi llegando al baño.
- Anabella, te dije- y pareció enojarse mientras enderezaba su espalda.
- Anabella: yo estaba hablando sola, no es que la quisiera apurar a usted- le explicaba mientras notaba que la vieja había interrumpido el paso y las detuvo a ambas.
- ¡¡¡Me llamo Anabella!!!- no escuchaba razones la vieja –¡¡¡Me llamo Anabella!!! ¡¡¡Anabella!!! A-na-be-lla ¡¡¡ANABELLA!!!- Y sintió que se le venía encima. Ya no importaba llegar al baño.
Tenía que ser una pesadilla. Intentó despertarse y no podía. Todo se volvió negro y lo único que se veía era el rostro cada vez más cerca de la vieja gritando, y de repente ella estaba otra vez acostada en su cama y la vieja seguía enfrente suyo y su novio dormía a su lado. Ella cerraba fuerte los ojos, frunciendo la nariz y toda la frente. Se acurrucaba y luchaba contra la noche y contra la vieja y contra el sueño y estornudó.
El estornudo despertó a su novio. Le contó lo poco que recordaba, todavía algo dormida y temblando. El estómago no le dolía tanto y él le acariciaba la espalda tiernamente. Por suerte había dejado de llover, y Anabella ya no estaba ahí.